REFLEXIONES EN TORNO A VIENTO DEL ESTE, VIENTO DEL OESTE DE PEARL S. BUCK

En primer lugar, debo decir que el libro me ha gustado mucho, no solo por su historia, sino también por como la autora la narra, ya que consigue transportar al lector a China mediante la minuciosa descripción del ambiente y los personajes y le permite conocer con todo detalle cómo se siente la protagonista y cómo ve las cosas desde su particular punto de vista.

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El hecho de que, en lugar de mostrar las cosas tal y como normalmente las concebimos, nos muestre un enfoque distinto a la situación, nos da la posibilidad de comprender esta otra cultura que tan diferente es a todo aquello que nos resulta familiar.

Ambientada en la China de principios del siglo XX, se aprecian las costumbres y la cultura de un país en el que buena parte de la población vive aún anclada en el pasado, siguiendo las normas impuestas por sus antepasados sin intentar realizar ningún cambio a su estilo de vida. Al ser una sociedad tan cerrada y apegada a sus costumbres, que son las únicas válidas, todo aquello extranjero y desconocido es malo y debe ser rechazado. Por lo tanto, la joven protagonista se ve atrapada a lo largo del libro entre dos mundos totalmente contrarios (el oriental y el occidental) que le harán dudar sobre qué es lo correcto y qué no lo es, ya que su marido, habiendo estudiado en Estados Unidos, ha recibido una educación absolutamente diferente y adopta unas creencias y costumbres impropias de su país de origen. A Kwei-Lan muchas veces le resulta imposible adaptarse a los nuevos conocimientos planteados por su marido, y haberse criado bajo los ideales y normativas chinas le impide muchas veces comprender a su esposo.

No me ha sorprendido que Kwei-Lan y su madre tuvieran semejante desconocimiento a todo lo ajeno a su país, teniendo en cuenta la época y lo importantes que son las costumbres y tradiciones de sus antepasados.

Todos los acontecimientos que nos cuenta la narradora, tales como prometer a los hijos en cuanto nacen o educar a las hijas para servir bien a sus maridos, demuestran que en aquella época la relevancia social de la mujer era nimia y prácticamente no tenían derechos, debían obedecer y ser sumisas a sus padres y luego al cónyuge. No obstante, esto no solo ha pasado en China sino en el mundo entero; por suerte, los tiempos han cambiado y esta manera de pensar ya no existe, al menos en civilizaciones avanzadas.

Las normas sociales e ideas aceptadas en esa sociedad no dejan libertad alguna a la mujer y esta es considerada inferior a su marido y a sus padres (y en general a todos los hombres). Sin embargo, ese no es el único problema que tiene esa cultura; las mujeres son instruidas para que crean que todas aquellas normas establecidas son las correctas y cualquier otra cosa sería inaceptable. Así pues, viven convencidas de que son inferiores a otras personas, de que su opinión no merece ser escuchada, de que lo único que deben hacer es complacer a sus padres y maridos y tener muchos varones para honrar a la familia, etc. Esto imposibilita que crean en otras opciones de vida y, al no haberles enseñado a valerse por ellas mismas, se consideran seres insignificantes al lado de sus esposos y el miedo que eso les induce hace que no se sientan capaces de pensar de otra forma.

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Podemos encontrar un ejemplo de este hecho en el libro cuando la protagonista piensa lo siguiente: “Pero se trata de mi opinión personal, y yo no soy más que una mujer. Tendré que hablar a mi marido, que sabe más que yo, para que me diga dónde está lo engañoso y lo cierto”. En este caso en particular, se refiere también a que su marido, al haber estudiado en Occidente, tiene más conocimientos, pero eso no implica que sean todos ciertos y que siempre tenga la razón; Kwei-Lan cree que lo que ella piense será incorrecto y que, por lo tanto, tendrá que consultar a su marido, que tiene la verdad absoluta.

Este relato me ha ayudado a entender mejor tanto el mundo oriental como el occidental; en ambos se tiene la creencia de que lo mejor y lo único aceptable es lo suyo y se desprecia al otro, pese a que normalmente no se conoce enteramente la cultura del contrario. Esto es debido a los prejuicios y a que en muchas ocasiones la gente no se esfuerza en intentar comprender las cosas, sino que se deja llevar por las creencias habituales en su país y su tiempo.

En conclusión, este libro me ha ayudado a entender que normalmente existen diferencias notables entre las distintas culturas, pero esto no debería dar lugar al choque entre las mismas, sino a comprenderlas y adoptar lo mejor de cada una y me ha permitido entretenerme gracias a su conmovedora historia y su excelente forma de narrarla. Lo recomendaría a cualquiera que quiera abrir un poco su mente y que opte por leer algo diferente y ameno.

María Guillén Lázaro

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