Perfectos desconocidos. ¿En la ignorancia está la felicidad? En la ignorancia está la felicidad Perfectos desconocidos es una de esas películas que pertenecen al género de la comedia, con un toque de vodevil, en donde los personajes juegan al gato y al ratón y en la que las máscaras sociales caen cuando más se espera que se mantengan en su sitio. Su director es Álex de la Iglesia, al que cuando le propusieron el guión para realizar la película que está siendo el taquillazo del momento, no se lo pensó dos veces. En poco tiempo rodó esta cinta de la que dice guardar excelentes recuerdos por la implicación y complicidad entre el elenco de actores que la protagonizan. Pocos saben que Perfectos desconocidos es un remake de Perfetti sconosciuti, (2016) de Paolo Genovese adaptado a la española, encuadrado en una noche de perigeo, de esas que pasan de vez en cuando. La situación que plantea la película es muy universal: una reunión de parejas de amigos de edades diversas. La velada promete cuando alguien propone un juego que todos los asistentes aceptan: dejar los móviles en el centro de la mesa y permitir al resto seguir cualquier incidencia (llamadas, wapps, conversaciones, mensajes, chats y notificaciones en las redes sociales) para, de esa manera, en un voyerismo a medio camino entre el propio morbo y el cotilleo, saber de los demás. Lo que a priori parece un divertimento lúdico y entretenido, casi inocente, deviene capcioso y perverso porque resulta que nadie es quien parece, no todo lo que se muestra es de ley y muchas parcelas de la intimidad bien placadas salen a relucir sin la inmaculada pátina que ofrecen a primera vista. El caso es que durante la cena los secretos que parecían mejor guardados palidecen y hacen buena esa expresión en inglés: To have a skeleton in the cupboard. La conclusión que podemos extraer es que pocas personas son realmente honestas con los demás (incluso ni consigo mismas, lo que es más preocupante) y que el móvil lo carga el diablo. Aquello que nos puede liberar, desinhibirnos, escribir protegidos por una pantalla, puede convertirse en nuestro peor enemigo porque, ya se sabe, que uno es dueño de sus silencios pero esclavo de sus palabras (y de sus imágenes en Internet). Recomiendo esta película y me uno a los más de dos millones y medio de espectadores que ya la han visto. Felisa Pérez. Cap de Departament de Llengua Castellana i literatura Leave a Reply Cancel ReplyYour email address will not be published.CommentName* Email* Website Desa el meu nom, correu electrònic i lloc web en aquest navegador per a la pròxima vegada que comenti.